domingo, 15 de junio de 2008

Asalto a mano armada

Esa fue la frase que me vino a la mente hace un par de horas cuando un par de sujetos subieron al microbus en el que me dirigía a casa.

A decir verdad desde el instante que los vi no me inspiraron mucha confianza que digamos: Dos tipos como de 27 o 30 años, vestidos con mezclilla, gorra y tenis, uno de ellos usaba un cubrebocas y lentes (no oscuros). El otro tipo usaba un gorro que le cubría hasta la frente. Para describir lo que sucedió, al del cubrebocas le voy a llamar "tipo #1" y al de la gorra "Tipo #2"

Bien, dirán que soy un exagerado por catalogar como cacos a tipos vestidos en esa forma, en especial si yo suelo vestirme así de vez en cuando. En realidad eso no fue lo que me inquietó de ellos, sino su comportamiento. El microbus iba medio vacío, con los asientos frontales libres, el de la gorra prefirió irse hasta el fondo mientras que el del cubrebocas se quedó de pie en la parte de enfrente (yo iba hasta atrás). Cuando el tipo #2 llegó hasta el fondo de la unidad lo primero que hizo fue empezar a ver de reojo a todos los demás usuarios, cuando trató de verme a mi se dio cuenta que lo estaba observando, por lo que volteó la mirada hacía otro lado y después llamó a su compa. Cuando el tipo #1 llegó con él empezaron a hablar acerca de una fiesta, lo que me llamó la atención es que la plática sonaba algo forzada y usualmente cuando se preguntaban algo no sabían qué responder o titubeaban al hacerlo, mientras charlaban volteaban hacia todos lados, el tipo #2 me estaba viendo de reojo, yo hacía lo mismo.

Lo que ya me alertó fue que ambos se empezaban a pasear la mano derecha por detrás de la espalda. Ahí dije "Ni madres, yo me bajo aquí", me levanté y les pedí que me dieran permiso para bajar, toqué el timbre y bajé del micro. Tras bajar eché una mirada hacia la unidad ya en marcha y vi que los dos me estaban observando. Segundos después vi que uno de ellos se levantó. Ya no pude ver más porque el micro dio vuelta en una curva.

Usualmente no desconfío de la gente, pero algo en esos dos güeyes no me inspiró confianza, y cómo dice mi papá: "Hazle caso a lo que sientes, puede ser de ayuda". Le tomé la palabra e hice lo que consideré adecuado.

Sólo espero que mis sentidos se hayan equivocado.

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