viernes, 9 de enero de 2009

Copy-Paste: Toño Sempere

Este H. Blog se engalana con el siguiente post publicado por Toño "Finísima persona" Sempere, escritor como pocos y colaborador en varias revistas, entre ellas Conozca Más, con su sección titulada "Finísima persona", duh.

Pueden leer al Maese en este finísimo blog

Advertencia: Post realmente bueno, pero largo

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¡Los novios a la pista!

"¿No escuchaste, GUEY? ¡A la pista!"

"¿No escuchaste, GUEY? ¡A la pista!"

NOTA DEL TOÑO: Hace poco más de 10 años, a tan sólo unos meses de contraer nupcias, se sucedió una vorágine de bodas (casi todas planeadas) entre mis familiares y amigos. Me receté como 22 bodas en un lapso de 6 meses. Sobra decir que la gran mayoría de los festejados no recibieron más regalo de mi parte que un abrazo después de partir el pastel, pero eso les pasa por casarse todos en tropel. Pero me desvío… el hecho es que escribí la reflexión siguiente para una sesión del Planeta Paulina, y después me pidieron una versión más light para una revista de novias (no recuerdo porqué no accedí, pero probablemente fue por huevón y/o olvidadizo). Las referencias musicales, al menos, les traerán muchos recuerdos a los que las pesquen.
Y este texto está dedicadísimo al Chatis Barraza, quien se divertió como nadie en cuanta boda se presentó. Hasta en la suya. ¡Salve, Chatis!

2 de julio de 1998

Canciones de boda.

“Háganle una rueda a Juana
porque ya empezó a bailar”
Juana La Cubana

“Seguro este güey escribió esta pendejada porque se casó hace poco”.

A sabiendas de que alguien seguramente pensó lo anterior al leer el título de esta obra, no puedo más que exclamar una palabra que ha caído en desuso, pero que es harto (también en desuso) descriptiva de mi sentir hacia esa muda observación: ¡Pamplinas! Dicho sea lo anterior con cara de indignación y nervioso agitar de un puño cerrado en dirección al bribón (otra más) que cree que el ensayo sobre temas musicales presentes en festejos nupciales sólo es digno de tratamiento tras los esponsales del autor mismo. Después de esta nostálgica diatriba verbal con expletivos de principios de siglo, prosigo. Ya habrá espacio para involucrar granuja, cataplasma, tunante, retortijón, bellaco y chotis (que no Chatis) más adelante…

El fenómeno de la canción de boda está lejos de la frivolidad y de la intrascendencia. Por el contrario, es digno de análisis y disertación sociológica, política y cultural. ¿Dónde más se toman de la cintura los Pérez, los Yazbeck, los Iturrigaray, los Goldstein, los Sánchez de la Barquera y los Garza en una desenfadada linea de conga? La canción de boda es unión de cuerpos y almas, bamboleo lúdico y cadencioso en el marco trepidante de la pista de baile. Y si bien no falta el granuja (por lo general miembro del clan López o Rodríguez) que se aprovecha del momento para pellizcar el bien formado glúteo de una Limantour, el festejo suele proceder en impecable armonía, al son amalgamado de múltiples géneros musicales.

"¡EA, EA, EA!

"¡EA, EA, EA!

Pero a fin de cuentas, el ambiente proviene de una sola fuente, única e insustituíble. Y es aquí donde la canción de boda cobra su valor. El tema musical que pudo o no pasar desapercibido por el radio o el mercado disquero, se vuelve una herramiente infalible para que todos, incluyendo los negados para el baile, muevan sus cuerpos en una curiosa ceremonia en honor de la felicidad causada por el enlace matrimonial (o quizá para olvidar que el evento mismo acaba de ocurrir). Tan grande es el fenómeno de la canción de boda que ha trascendido el ámbito nupcial en sí, y es elemento omnipresente en graduaciones, XV años, fiestas de año nuevo y demás jolgorios donde se reúnan familias y amigos, se libe en proporciones JoséJoséscas y se cuente con una banda de músicos o amenizadores dispuestos a hacer toda clase de ridículos con tal de que los presentes pasen un buen rato. He aquí pues, sin más preámbulos:

El Decálogo de la Canción de Boda

1. Amarás al Norte sobre todas las cosas. Aquí es obligado abrir un pequeño paréntesis para reconocer que toda la vorágine de grupos norteños aprobados por la Sociedad Dancística del Bodorrio tuvo como parteaguas a Bronco. Así es, la música grupera ganó un nicho ineludible en bodas de alta y baja sociedad, en el momento que algún idiota decidió que podía disfrazar su ineptitud para bailar tangos, valses y danzones con sólo calzarse un sombrero norteño, pretendiendo que el caminar con las piernas combadas hacia afuera eran atribuibles a las que rozaduras por andar a caballo (y no a haberse recetado ocho vasos de Bacachá Blanco con Coca). Éxitos como “Sergio el Bailador” y “Que no quede huella” fueron la forma ideal de garantizar que al menos una veintena de comensales dejasen de espurgar la “crema de sobras de otro banquete” en cuanto sonaban los familiares acordes. Pronto todo el mundo invadió la pista, coreando las letras escritas por el hercúleo Lupe Esparza. Esto es por demás curioso, pues la mayoría de los elegantes señores de sociedad que disfrutan de la onda grupera en eventos sociales son incapaces, aun bajo juramento, de reconocer que les gusta el mencionado grupo una vez fuera del ámbito de la fiesta. Sobran motivos para sospechar que en lo más profundo de la caja de compact discs del BMW, reside una maltratada copia de “El Sheriff de Chocolate”. Y pregúntenles si le darían aventón a un tipo vestido como Lupe Esparza.

2. No mencionarás el nombre de María en vano. O sea que siempre debe ir precedido de “Un, dos, tres, un pasito pa’lante….” y acompañado de la coreografía adecuada. O de la referencia a cualquiera de las Marías que Talía inmortalizó en telenovela y en tema musical.

3. Santificarás a Selena. El popurrí de la Reina del Tex-Mex no puede faltar en ningun evento celebratorio para baile y orquesta. Si quieres presenciar milagros, fíjate como la carrera de cualquier artista recientemente fallecido resurge con renovados bríos en un pequeño collage musical que repasa los éxitos “que le hicieron inmortal”. Bien lo saben quienes manejan el negocio musical: los muertos venden discos. En este caso, los muertos ponen a bailar a la gente.

bandablanca

4. Los animales también serán sagrados. Sea El Venado, La Culebra, El Perrito, El Pollito (sólo o con papas) y hasta el Caracol (sólo o en sopa), el reino animal también se ve indignamente representado en la canción de boda. Las menciones a las mismas bestias suelen verse acompañadas de una coreografía imbécil que semeja su fisonomía. Por ejemplo, las manos extendidas a la altura de la frente representan la cornamenta de un venado. O frotar tu ingle contra la pierna de tu pareja de baile simula el Baile del Perro (hace mucho que no me invitan a una boda, así que a lo mejor me estoy confundiendo). La verdad estos gestos suelen representar más fielmente a un señor cuarentón que cree encajar en un círculo social haciendo mímica idiota al compás de la música, pero en fin, démosle chance.

5. Dejad que los niños se acerquen a mi… parafraseando a Michael Jackson. La increíble carencia de talento de Gatian… perdón, Tatiana, Yvonne e Yvette (Pituka y Petaka después de una magnífica cirugía plástica) y demás genios del entretenimiento infantil se perdona en el ambiente del festejo. El pinchísimo acervo musical de Timbiriche sobrevive colgado de un hilito de nostalgia (más resistente que una telaraña, por desgracia. Hasta “La Feria de Cepillín” hace su aparición de vez en cuando, con moderado éxito. Esto es atribuible a que la mayoría de los asistentes se encuentran tan alcoholizados que tendrían de por sí problemas para distinguir entre la Novena de Beethoven y la Novena a San Judas Tadeo a ritmo de guaracha. Un fenómeno curioso: ninguna canción de Chabelo se ha colado al panteón inmortal de las canciones de boda. Nada de “Adiós Superman”. Nada de “Mi Maestra Me Dio Un Beso a la Salida”. Nada de “Mamacita, ¿dónde está Santaclós?”. Mi hipótesis: lo último que está en la mente de los recién casados es la posibilidad, por distante que sea, de engendrar un niño que se parezca a Chabelo.

6. Honrarás a tu padre y a tu madre y a los demás ancianos presentes. Con el infalible popurri de Glenn Miller o, tristemente, rocanrol. Ojo, no me refiero al Rock & Roll, sino a su hispanizada forma donde Guzmán, Ibarra, Laboriel y demás maestros del refrito dejaron sello indeleble en la mente de nuestros progenitores y tíos vetarros. Olvídate, sin embargo, del foxtrot, de la polka y del chotís (pero no del Chatis). Los únicos parientes y amigos que podían interesarse por estos ritmos ya llevan más de medio siglo bajo tierra.

7. Cualquier baile coreografiado será éxito seguro. “Pajaritos a Volar”, “No Rompas Más/Payaso de Rodeo” y “La Macarena” guardan un secreto común. La gente adora los bailes estúpidos con coreografía homogeneizante. Si algún día vuelvo al negocio de poner música en fiestas, mi mayor ambición sería programar una fiesta completa donde todos las canciones tuvieran coreografía. En los viejos tiempos compuse, con todas las versiones que tenía a la mano, un Macarena-Mix de 29 minutos. Si reúno todo el material disponible de las canciones antes mencionadas y sus similares, creo poder lograr mi meta. Están cordialmente invitados. En fin, el éxito de estos temas es más que obvio: ¿No sabes bailar? ¡Memoriza la coreografía pendeja e intégrate! En el fondo es como un ritual pagano para celebrar la mediocridad colectiva.

8. Viajarás sin moverte de tu lugar. Si vuelvo a escuchar a un cantante de grupo musical gritar un entusiasta “¡Y ahora vámonos todos en un recorrido hasta… Eeeespañaaaaa!” cuando empieza a sonar el pasodoble, voy a subir al estrado, tomaré su micrófono y con él le practicaré un examen de próstata in situ al muy tunante.

9. Cenarás con Sinatra. Justo cuando Ol’ Blue Eyes creía poder descansar en paz, su memoria sigue y seguirá siendo mancillada por un mediocre baladista entonando “New York, New York” y “I’ve Got You Under My Skin”, mientras invita a los papás de los novios a bailar “entre suegros”, aunque ambas familias se odien a muerte y el verse a las caras les provoque retortijones sólo curables con cataplasmas de mostaza. Este suele ser el momento de la fiesta que rompe el récord de sonrisitas forzadas. En fin, el pobre Sinatra no dormirá el sueño eterno hasta que se muera Bocelli, creo.

10. El souvenir hace inmortal a la canción. Si los animadores regalan silbatos durante “Disco Samba”, sombreros vaqueros con “El Tucanazo” o lentes oscuros en el popurri tropical (¡Los Joao todavía perciben regalías, AiShitYuNot!) se disfraza bastante lo patéticamente perdedor que resulta emocionarse al escuchar estos temas. Si eso es la herencia musical de tu generación y tu momento álgido de la velada, mejor retírate de la pista y embriágate hasta que te agarres a golpes con el hermano de la novia.

Para concluir, es preciso notar que ciertas canciones de boda, por populares que sean, deberían desaparecer de ciertas celebraciones por mero tacto y buen gusto. Rara vez se toma esto en cuenta, y el granuja manejador del grupo programa la interpretación de “Toma Chocolate, Paga Lo Que Debes” en la boda que ocasionó a la familia de la novia acogerse a los beneficios de El Barzón. O peor aún, tocan “Devórame Otra Vez” en una boda provocada porque el novio, en efecto, se devoró anticipadamente y más de una vez a la novia, dejándola con un bateador designado en el círculo de espera que abulta visiblemente su blanco vestido. ¿Pero quién tiene tiempo para buen gusto, tacto y comedimiento? Saca a relucir tu esmoquin rentado, raspa las suelas del zapato de charol y escápate una vez más, al mundo donde todos somos iguales, donde todos coreamos a Ricky Martin y a la Sonora de Margarita, donde el postre siempre es envinado y el alcohol siempre es gratis… y baila como Juana La Cubana, baila Morena, baila con tu sombra en la pared, baila con el silencio loco… bellaco…