domingo, 11 de enero de 2009

Un post tranquilo

Cosa que más me encabrona es la gente que muy amablemente te dice "oye, amigo. ¿Podrías regalarme un peso, o quieres pasarle a la báscula?". Hoy me topé con uno de esos tipos.

Un señor como de 40 años se me acercó muy tranquilamente a ofrecerme un libro, que de a 30 pesos, yo muy tranquilamente le dije que no estaba interesado, que tal vez para la otra (otra vida quizás). Al parecer me leyó la mente, porque justo después de eso me soltó la mentada frasecita en lo que sacaba de su saco una navaja y muy tranquilamente me contó de los beneficios que le traería a mis orejas y a mi abultado abdomen que aflojara el mentado peso, que no me espantara, que no era para tanto, sólo un un puto peso.

Tranquilamente le dije "no me diga, yo no me espanto tan fácil, especialmente habiendo tanta gente a nuestro alrededor". Al escuchar eso él dio una paso hacía atrás y yo dí uno también, el guardó su navaja y yo saqué un peso y le dije "Lo bueno es que es por las buenas". Tomó la moneda, pasó frente a mi y ambos nos subimos al mismo tren. En el transcurso de tres estaciones me estuvo buscando con la mirada y al no ubicarme se bajó en la siguiente.

Tranquilamente recorrí todo el metro de hasta adelante hacía atrás, salí de ahí, tomé una combi, llegué a casa y terminé este post para que usted, estimado lector, lo leyera en la tranquilidad de su casa/trabajo.

Habiendo escrito esto me voy a descansar.

Un peso...